Este título guarda abundante información sobre la repercusión que puede llegar a tener el comportamiento humano sobre su salud. Las células, no obstante, sienten y viven los acontecimientos del mismo modo que sus dueños. Y la mayoría no se da cuenta, poniendo de manifiesto la disociación que se puede llegar a tener entre la persona y su cuerpo.

Cuando alguien vive de manera paralela a su cuerpo le pueden ocurrir sucesos indeseables que, de otro modo, no sólo se pueden evitar, sino que además se le puede sacar un mayor provecho a la vida de cada día desde la conexión que se ignoraba.

Te descalificas, te descalcificas, constituye uno de los ejemplos más representativos de lo que la biología está dispuesta a transmitirnos. Es el mensaje, aparentemente oculto, que atesora cada síntoma, cada signo y cada enfermedad. Porque detrás de todos ellos existe una información relacionada con la causa y con la consecuencia que les ha conducido hasta el presente.

La descalcificación tiene su origen a partir de un conflicto de desvalorización en el que la persona se siente poco valorada o descalificada por los demás o por ella misma. En este último caso las consecuencias suelen ser más destructivas; cuando se dice “soy torpe”, “soy tonto”, “no valgo para nada”, “soy inútil”, “no me gusto” o incluso “no me quiero” (frases que se dicen con demasiada ligereza), le estamos aguijoneando a nuestras células con ese mensaje. ¿Cómo van a responder ante semejante ataque? Pues de la única manera que saben hacerlo: con una pérdida de masa, de peso específico. Cuando algo pierde valor en cualquier ámbito, pierde masa, pierde presencia. Por eso, la osteoporosis se convierte en la respuesta natural que el cuerpo nos presenta para informarnos que ése no es el camino a seguir. La solución no pasa exclusivamente por tomar suplementos a base de calcio y vitaminas que, de evidenciar una carencia, resultaría apropiado; sino que se trata más bien de reeducar cuanto antes la conducta de autoexigencia y descalificación, no permitiendo, asimismo, la desvalorización ajena.

Todos los conflictos de desvalorización cursan, sin excepción, con una pérdida de masa celular de los tejidos más duros, si el conflicto es intenso, y de tejidos más blandos si el conflicto es ligero. Si además éste se vive en soledad y no se resuelve en breve, el desarrollo de la enfermedad seguirá su ciclo biológico.

Los ataques más agresivos a la autoestima afectan sobre todo al tejido de sostén más denso, que constituye los cimientos de nuestra arquitectura: el esqueleto. A continuación le sigue el sistema linfático, los músculos, los tendones y los ligamentos.

Desde el punto de vista de la Medicina Biológica, las enfermedades cursan en dos fases, de duración análoga, que conviene conocer, para evitar sobresaltos e interpretaciones erróneas. Estas dos fases del sistema nervioso vegetativo son:

  • La fase de simpaticotonía o fase activa.
  • La fase de vagotonía, parasimpaticotonía o fase de reparación.

La simpaticotonía se caracteriza por activarse en situaciones de estrés, emergencia, ataque y huida. Se produce vasoconstricción generalizada, con un aumento de la presión arterial, y un redireccionamiento de volumen sanguíneo adicional hacia las áreas corporales que en ese preciso momento más lo necesiten. Para huir, serán las piernas las que necesiten más sangre. Para atacar, lo más probable es que la demanda proceda de los brazos. Si la necesidad está más relacionada con la actividad intelectual o con el estrés, la sangre acudirá a la cabeza y al corazón. Esta es una fase que, desde el punto de vista biológico, no debe durar mucho porque resulta bastante destructiva, en cuanto a consumo de energía y pérdida de masa, en según qué casos. Va a depender de la hoja embrionaria de la que proceda cada tejido. Concretamente los huesos, que pertenecen al mesodermo cerebral, durante esta fase de simpaticotonía pierden masa, constituyendo lo que popularmente se conoce como osteoporosis (osteolisis).

Si la situación de conflicto se resuelve, el cerebro dará la orden al sistema nervioso vegetativo para cambiar a la fase de vagotonía o de parasimpaticotonía, que se caracteriza por vasodilatación generalizada, hipotensión, inflamación, dolores, fiebre, cansancio y malestar general (dependiendo de la intensidad con la que se haya vivido la fase activa y de la necesidad, por tanto, de reparar lo dañado). Esta es la fase en la que la mayoría de las enfermedades se ponen de manifiesto a través de sus síntomas. Es una fase molesta, que no tiene nada de malo, sólo hay que saber controlarla, escucharla y comprenderla. Como al personal que trabaja en una obra o al técnico que viene a hacernos una reparación doméstica. Puede que hagan ruido y puede que molesten y ensucien, más eso no significa que sea dañina su acción.

La vasodilatación, en esta fase, se produce para permitir que la sangre, en volumen suficiente, sea capaz de transportar a los obreros necesarios para reparar los daños y oxigenar las células. Esta función constituye el principio y el sentido de toda inflamación: crear una vasodilatación local para que penetre en los tejidos el personal especializado en reparaciones, y provocar una vasoconstricción periférica para que su trabajo afecte lo menos posible al resto del organismo.

El síntoma acompañante a la mayoría de las inflamaciones es el tan denostado dolor, que si va acompañado de impotencia funcional, su sentido revela que nos debemos mover poco o nada para facilitar al organismo su tarea reparadora.

Recapitulando sobre las enfermedades óseas, si la fase activa se caracteriza por una destrucción y pérdida de masa, la fase de solución (vagotonía) destaca por la entrada, a través de la vía sanguínea, del material de reconstrucción que necesita el hueso dañado. El cerebro, para asegurar, en una primera descarga rellena con hueso en cantidad suficiente para cimentar los espacios con mayor osteoporosis. Este período se caracteriza por torpeza articular, dolor o incluso por deformación ósea. Si en ese momento se administran fármacos analgésicos y antiinflamatorios se contribuye a interrumpir esta fase; y esta es la manera más sencilla de cronificar una artrosis o alteración similar.

Esta costumbre, que ya es tradición, la de tomar estos fármacos ante el primer síntoma, constituye una herencia social que se lleva trasmitiendo desde décadas. Si, por el contrario, sabiendo que esta fase pertenece a un programa biológico especialmente diseñado por la Naturaleza, dejamos que siga su curso, sin dudar de su eficacia, nos daremos cuenta, en poco tiempo, que nos va mejor. Esto que digo no significa que tengamos que soportar dolores intolerables, sino más bien que aprendamos a dosificar nuestros recursos para mantener intacta la capacidad de respuesta inmunológica. Ser consciente de que el mejor médico se encuentra dentro de cada uno, y que en todo momento sabe con exactitud lo que debe hacer para adaptarse de manera permanente al entorno, aporta una fuerza a su dueño de un peso desconocido hasta ese momento.

Para concluir, quiero mostraros algunos ejemplos de conflictos bastante comunes que nos afectan a los humanos en el aparato musculoesquelético, para que los reconozcáis cuanto antes. Y si de algo os ha servido lo que aquí transmito, lo pongáis en obra y comprobéis los resultados.

Articulaciones frecuentemente afectadas:

  • Cadera: Conflicto de no poder soportar o resistir una situación, o llevar a cabo algo. Conflicto de no dar un paso importante.
  • Mano y muñeca: Desvalorización manual. Sentirse torpe manualmente.
  • Rodilla: Desvalorización deportiva. En un sentido más amplio, representa alteraciones de competencia, relacionadas con la comparación con los demás.
  • Cuello-cervicales: Desvalorización intelectual. Relacionado con sentirse por debajo del nivel intelectual y profesional que a uno le gustaría.
  • Columna vertebral: Desvalorización central de la personalidad.
  • Pie y tobillo: Desvalorización por no correr, saltar o bailar. Problemas con el equilibrio.

Este planteamiento no exige para la curación que la persona resuelva de manera completa todos sus conflictos. A veces basta con la simple toma de conciencia de que, lo sucedido, responde a la mejor estrategia de adaptación de la que el cuerpo dispone. No obstante, si se resuelve cuanto antes, le ahorraremos trabajo al organismo. En cualquier caso, la confianza en el cuerpo de cada persona es una de las mejores inversiones de salud que se puede hacer.

Michael Laloux Kodaewa, diplomado y profesor de Osteopatía, Naturopatía, la Nueva Medicina, Brain Release Technique (BRT), Hormonal Osteopathy (HO) y Terapia Biológica Animal (ABRT). Director de la INTERNATIONAL SCHOOL OF CRANIAL LISTENING (Escuela Internacional de Escucha Craneal) en Madrid, c/ Abada, 2 – 2º 8 izda. Teléf: +34 636 405 128.